Adoro a nuestra chica con síndrome de down, bien lo sabe Dios, pero reconozco que sus rituales y rutinas me desquician. Ya he hablado de ellos en anteriores ocasiones, pero el problema en vez de reducirse se va asentando. No son cosas importantes o que afecten a la convivencia. Sobre todo no la perjudica porque las demás hermanas que son las principales afectadas ceden con muchos de ellos, comprendiendo que es mejor así. Que es mejor dejarla realizar esos actos que machaconamente repite que enfrentarse a ellas, porque realmente no las comprende. En verdad, muchas de estas manías son en beneficio de los demás. La forma de poner la mesa, de colocar la ropa, de poner las sillas, de asegurarse que todas tienen comida en el plato y bebida en el vaso, lo supervisa y lo exige pero velando por el bien de los otros. Pongo varios ejemplo cercanos. Hemos pasado unos días en la playa con motivo del Puente de Mayo. Teresa siempre tiene que abrir la puerta de la calle, del p...