Se permite llorar . Llorar porque te ves reflejada. Llorar porque aún duele recordar, cada vez menos, esos primeros momentos. Llorar por aquellos ridículos miedos y las miles de lágrimas derramadas. Llorar porque echas la vista atrás y te das cuenta de todo lo conseguido por tu pequeña y lo afortunada que soy por estar a su lado dando ánimos y aliento. Llorar porque eres consciente contra todo pronóstico de ser una mamá con suerte. Somos una familia con suerte. Si me dieran a elegir una vez mas, te elegiría sin pensarlo, es que no hay nada que pensar. Que no existe ni motivo ni razón para dudarlo ni un segundo , porque tu has sido lo mejor, que toco este corazón, y entre el cielo y tu, yo me quedo contigo. ... Y vuelvo a emocionarme (que tonta) por tener la suerte de ser madre de siete niñas estupendas, entre ellas mi maravillosa chica con síndrome de down.